viernes, 20 de marzo de 2015

RELACIÓN ENTRE LA POESÍA Y LA MÚSICA



RELACIÓN ENTRE LA POESÍA Y LA MÚSICA
Por SULLY PRUDHOMME 

En un principio, la poesía y la música no estaban separadas, como lo prueba el uso de la lira. Si queremos hablar con propiedad, la poesía era un canto. ¿Cómo ha podido llegar a restringir sus recursos musicales, a repudiar el uso de las notas?                                       
Creo vislumbrar la causa de esto.                            
 Por esencia la música está consagrada a la expresión puramente pasional y sentimental, y continua siendo impotente para revelar la causa de las emociones que expresa. Únicamente el lenguaje puede hacerlo, porque solo a él le es factible el explicar. En cambio, aunque significa y define las emociones por medio de las palabras, no las expresa más que por los movimientos que éstas comunican a la frase, los más expresivos de los cuales proceden de la música.
Ahora bien: ésta, con todos los medios de conmover de que dispone y por su poder excepcional, tiende a usurpar y confiscar en beneficio propio esa atención tan difícil de distribuir entre la atención y el entendimiento. Amenos que el motivo del poema no sea muy concreto o, por el contrario, muy vago- una pasión, un relato o un sueño- al oyente no le es posible sin un esfuerzo penoso no perder nada de la percepción armoniosa que hace su encanto y, al mismo tiempo, no tener que renunciar a una parte de la percepción intelectual que le interesa. Esta partición mental se fue haciendo más necesaria y al mismo tiempo más laboriosa a medida que el pensamiento adquiría más importancia en la vida moral y que los sentimientos se complicaban, imponiendo al lenguaje una sutileza y una tensión crecientes. Por último, el poeta se ha resignado a sacrificar ciertos factores musicales y, ante todo, a separarse del canto por la eliminación de las notas, que constituyen su fuerza más absorbente. Hace mucho tiempo que la suerte deparaba al elemento verbal en la música vocal y en el drama lírico- en los que solo sirve para rotular las situaciones sin que el interés pasional se resienta de ello- demuestra hasta qué punto la tiranía de la expresión musical exigía tal sacrificio a la verdadera poesía. Sacrificio que, al ser consumado, ha prestado además a los poemas el enorme servicio de hacerlos compatibles con la lectura, que permite a la vez una asimilación mucho más rápida y una difusión incomparablemente mayor. 
La poesía está, pues, emancipada, pero no existe divorcio alguno entre esta arte agradable al espíritu y la música.    

En efecto, para cualquier hombre capacitado para gozar de la música de manera distinta y más íntimamente que por medio del oído, ésta es adormecedora al mismo tiempo que alimento del dolor, compañera indulgente de la esperanza, forjadora de ensueños, pero es sobre todo, por su destino, evocadora y confidente del más elevado suspiro del hombre, de su íntima llamada a su divino principio, a la Causa primera y suprema, que él no puede resignarse a creer indiferente ni sorda, pues ella misma es la que hizo el corazón y el oído, su comunión maravillosa y todo aquello que constituye su encanto.

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